¿Por qué y cuando pierden peso los pacientes con demencia y/o Alzheimer?
Un aspecto esencial de esta enfermedad, en la presencia y evolución de comorbilidad, es la alimentación, ya que de ella depende que el pacientes con demencia tenga el aporte de calorías y nutrientes esenciales que necesita para el mantenimiento de la salud y buen rendimiento intelectual.
La pérdida de peso es inherente al proceso de envejecimiento, pero representa uno de los factores más relacionados con la morbimortalidad.
No se han encontrado causas claras que expliquen la pérdida de peso en el curso inicial de la enfermedad, así como su origen metabólico o del bajo aprovechamiento energético. Lo que si hemos encontrado son las causas tratables y reversibles de esta. Para corregirlo se debe investigar y conocer los hábitos, gustos, capacidades, trastornos mecánicos y funcionales que afectan la nutrición del paciente.
El paciente con Enfermedad de Alzheimer, en su etapa inicial puede presentar un sobrepeso, desarrollando lenta pero progresivamente pérdida de peso, de etiología multifactorial, en algunos casos hay un incremento de las necesidades energéticas y proteicas (hipercatabolismo episodios repetidos de agitación, deambular, etc.) e ingesta insuficiente.
Por la pérdida de la memoria que hace que el paciente caiga en la monotonía al cocinar de forma repetitiva y poco variada, o simplemente se le olvide comer. Puede suceder lo contrario, que coman a todas horas cualquier tipo de alimento.
El paciente a veces no usará correctamente los utensilios de cocina, no saben qué hacer con ellos, se quedan con los alimentos mucho tiempo en la boca sin masticarlos. La depresión o crisis de ansiedad, los pacientes pueden somatizar en el aparato digestivo (saciedad precoz, dispepsia, flatulencia, vómitos, diarreas, etc.), inquietud psicomotora, se distraen con facilidad a la hora de comer, disminución de la percepción sensorial de olores, y en consecuencia deterioro del gusto.
Recomendaciones nutricionales
- Para que la ingesta de nutrientes cubra sus necesidades debemos administrar una dieta adecuada a la situación, de volumen reducido, varias raciones al día (5-6 raciones), cuidando la presentación.
- Es importante mantener una buena higiene bucal, cuidando la hidratación y humedad de la mucosa y lengua.
- La ingesta de alimentos ricos en fibra favorece la actividad intestinal y evita el estreñimiento.
- Procurar la administración adecuada de líquidos (1 a 1.5 litro por día) en forma de agua, zumos, infusiones, sopas, etc.
- Las grasas mejoran el sabor de los alimentos y son vehículos de las vitaminas liposolubles y ácidos grasos esenciales. Debemos aumentar el aporte de insaturadas y poliinsaturadas (aceite de oliva, girasol, soja, pescado, etc.) y disminuir el aporte de saturadas (grasa de origen animal).
- Si no llegamos a aportar los nutrientes necesarios, es bueno utilizar papillas y purés enriquecidos. Si aun así come en pocas cantidades, debe de plantearse el uso de suplementos nutricionales.
- Ante la pérdida persistente de peso (a pesar de suplementación oral) e ingesta insuficiente por disminución de la capacidad de deglución o por nivel de conciencia deprimida, se debe valorar la posibilidad de iniciar soporte nutricional artificial con nutrición enteral a domicilio por personal médico capacitado.
- Los alimentos deben estar siempre a una temperatura adecuada, ya que, en la fase muy avanzada de la enfermedad, el paciente no distingue entre caliente y frio y está expuesto a lesiones importantes.